Hoy sólo puedo escribir con el corazón y seguir la cita de Macbeth que encontré casualmente esta mañana. Curad vuestro dolor con palabras, las penas que no hablan, gobiernan el corazón abrumado y lo conducen al desastre.Y aprovecho mi suerte, este blog, donde caben esas otras palabras cuando hace falta y, sobre todo, cuando una mujer se las merece.
La vida me ha bendecido en mujeres, tantas y tan bonitas. Hay un sitio para cada una pero, de todas ellas, hay unas que tienen un rincón muy especial entre el corazón y la memoria. Sandra, Kelly, Laura, Flor, Úrsula, las Martas, Eva, Marian, las Raqueles, María José, Rocío, Belén, Mónica y Cristina. Tenía que ser al cobijo de un bosque, el de Grünwald, donde se produjese la magia de unir a mujeres tan distintas con un mismo destino.
Juntas compartimos tiempos de luz, años que ya pasaron pero que nos han dejado irremediablemente unidas. Hoy compartimos una pena. A Cristina ayer se le apagó la luz de esta vida no sin antes tener tiempo de despedirse y de elegir que sus cenizas descansen en ese bosque para siempre. Y no puedo dejar de decirte que te entiendo, que a su resguardo vivimos buenas estaciones y nos regalamos uno de esos "mejores años de nuestras vidas".
No tuvimos mucho tiempo porque cuando tú llegabas yo me iba pero sé que hemos compartido el mismo mundo, la misma gente y las mismas emociones en ese rincón de un país alemán de lenguaje duro, que nos guardaba la sorpresa de una vida bonita y nos hizo descubrir otra manera de vivir. Yo he seguido escribiendo mi historia después de aquella devolviéndome la ilusión de encontrar "nuevos mejores años de mi vida". Tú volviste para luchar contra esa enfermedad dichosa que tiene la culpa de tantos finales que, a nuestros ojos, llegan demasiado pronto.
Aún no he vuelto a Grünwald ni a ese bosque que ahora has convertido en nuestro. Tú lo harás primero y te recibirá la primavera. Esa que yo miraba impresionada desde la ventana de mi casa, entonces. Exuberante, inmensa, preciosa y tan verde. Verde como el color de la esperanza que le deseo a los tuyos y a los que aún nos quedamos por aquí. Verde como ese bosque que recoge sueños, vida y tanta necesidad de creer en un cielo que se abre paso en nuestros corazones a fuerza de llevarse a los nuestros.
Guárdanos ese bosque, Cristina, con sus estaciones y las sonrisas de tanta complicidad con nombre de mujer compartida. Ese bosque al que prometo volver yo también, sin tus alas de ángel pero con mis pies de barro pisando despacito para encontrarme con tu recuerdo. Porque como le leía aSally, también casualmente esta mañana, "el contacto con la naturaleza es uno de los grandes regalos de la vida".
Ya para siempre en nuestro bosque de Grünwald.