Porque sí debería ser suficiente, o ni siquiera eso.
Si nos creyéramos de verdad que el cambio es el motor más fuerte de la vida, no tendríamos que preguntarnos el porqué de las cosas.
He sentido los ojos de mis hijas clavados en los míos preguntándome lo único para lo que no tenía respuesta: ¿Por qué mamá? Verbalizar, reconocer delante de ellas que no hace falta entender siempre todo ha sido la lección más grande de toda mi vida.
Pero no creas que estoy abandonada a una vida sin sentido. Todo lo contrario. Es solo que ese sentido no lo da un porqué: lo da muchos paraqués. Parece que aquellos serán los que nos llenarán de razones, de autoestima, de seguridad. Pero no es así. Ya decía Katherine Hepburn que la vida tocaba una música; en la de cada uno, una melodía distinta. Y que si aprendías a escucharla y te dejabas llevar, los pies se moverían solos. No se pueden mover los pies buscando preguntas que no tienen respuesta.
Si vivir es ser una experta en cambios, tendremos que entrenarnos en buscar otra cosa: los paraqués. Y eso sí que es magia porque con ellos se escriben historias. Esto pasó por aquello. Aquello no salió para esto otro. Esto otro te llevó hasta ese sitio. En ese sitio encontraste aquella otra pieza. Y esa pieza la buscabas sin saberlo hace mucho tiempo...

Así escribe infinita y sabia la vida contínuamente. Así se abre paso y teje hilos de felicidad con una única condición, que le dejemos tejer y que hasta nos divirtamos conectando unos hilos con otros o al menos, intentemos esperar el tiempo que haga falta hasta que los hilos hagan un dibujo.
Cualquiera que haya sufrido de verdad te dirá al menos dos cosas. Te pida lo que te pida la vida te convertirás en una valiente porque no te queda otra. Y si es por tus hijos, o por los que quieres, mucho más. Y cuando tengas que sufrir no te romperás en dos porque el ser humano sabe cambiar dolor por amor y esa es nuestra fuerza.
Mi sensación en estos meses es contínuamente la misma: las cosas buenas siempre ganan a las malas. Prueba a hacer la lista cuando vengan difíciles. Al final, todo lo bueno no es más que una colección preciosa de paraqués esperándote para escribir tu historia. Esa de la que no te puedes escapar. Esa que te hace, precisamente, feliz.
PD: Al marcharnos de vacaciones no había salido ni una sola de esas flores. Siete días después estaban así en la puerta de casa, recibiéndonos. Dime que ya he perdido la cabeza viendo señales en todas partes o puede que estén ahí simplemente para que yo las vea. Porque sí :)