Sí, ya sé que antes de cinco hijos tenía cuatro, y antes tres, y dos y uno. Y ni con esas. Una parte de mí no se quiere enterar y se resiste a seguir pensando como "cuando era sola".Rodeada de ese número sin el que ya no entiendo la vida también te digo que a veces no me encuentro.
A menudo quiero correr más, entrar y salir sin necesitar canguro, sacar todos mis proyectos a la vez y tener otros, viajar, escribir más... Más, más, más. Y te aseguro que mi "yo sin hijos" piensa que es posible. Está convencidísimo.
No faltará quien corra a decirme que "en la vida no se puede tener todo"añadiendo eso del "es que ahora tienes una familia". Sí, claro. Y seguramente tienen razón. La vida se encarga de poner los límites pero dentro de nosotros a veces pasa una cosa: queremos tenerlo todo. Y se parece mucho a lo que nos pasa con las Penas de Estilo.
Sea cual sea tu pena hay algo que no falla: te persigue. Poder ir de compras, más tiempo para ti, más centímetros, esas arrugas que no han pedido permiso, más pelo, otras piernas y menos kilos. Penas en las que piensas muy a menudo, muchas más veces de las que puedes reconocer. Cosas que se han instalado en nuestra cabeza y que nos atacan de manera recurrente. Que ya sabemos que no existe nadie perfecto pero...
La cosa no acaba aquí. A menudo, además, hacemos a esa pena culpable de todo. Todo lo que no puedes tener, hacer o ponerte tiene que ser culpa de alguien y se la echamos, casi siempre inconscientemente, a esas piernas, a esos hijos o a cualquier cosa que sea tu elegida para semejante ofensa.
Y así vamos, chocándonos de vez en cuando con la misma pared. Siempre la misma. Por agotamiento miramos un rato hacia otro lado y vuelta. Y esa recurrencia, que agota y nubla la vista, tiene sobre todo un gran problema: cuanto más miramos las cosas que nos pesan más grandes se hacen. Es entonces cuando nos hace falta usar algo de magia.
Es un truco de mayores y se llama aceptación. Funciona sólo si dejamos de lado valoraciones existenciales. ¿Qué más da muchos que pocos? ¿Qué más da si es mejor tener las piernas bonitas que feas? En serio, ¡que más da! Lo único que importa es aceptar las cosas como son porque cuando lo haces "esas piernas" dejan de ser culpables de todo y no tienen nada que hacer al lado de los ojos preciosos que se te habían olvidado.
De la misma manera, mis cinco hijos me gustan mucho más cuando me fijo en lo que sí he podido hacer. No se puede tener todo, dicen, pero concentrarnos sólo en lo bueno y hacer brillar lo que tenemos... ¡Eso sí que es un gran todo!
¿Te pasa a ti alguna vez eso de querer tenerlo todo?